a galopar, a galopar...hasta enterrarlos en el mar.


viernes, 20 de mayo de 2011

qui prodest?

Razones para estar indignados parece que las tengan todos los ciudadanos, estén de acuerdo con las propuestas asamblearias de las acampadas de Puerta del Sol y otras plazas de España ó no lo estén.

Sorprende la ingenua, naif radicalidad de algunas ideas que van surgiendo de esas asambleas habida cuenta de la heterogeneidad de los asistentes. Son tan irreflexivas que no parecen ni propias de universitarios más de bachilleres en tiempo de recreo. Pretender que el mercado es causa de todos los males es negar la evidencia del enorme desarrollo que buena parte de la humanidad (desde luego toda la del occidente al que pertenecemos por cultura y ubicación geográfica) ha alcanzado gracias al libre comercio y la iniciativa empresarial privada. De hecho han sido estos factores los que más han contribuído a la implantación y el desarrollo de las libertades individuales (y por asociación, las públicas) en cada vez más lugares y alcanzando a más personas y de lo que entendemos cómo estado del bienestar, un modo de organización de la sociedad que no surgió de los experimentos, a veces abominables, de ingeniería social  aplicados por los regímenes intitulados socialistas ó populares, sino que procede íntegramente del pacto explícito de asistencia mutua entre las bandas superior e inferior de lo que se conoce cómo clases medias cuya finalidad no es otra que incorporar a ese estrato social al mayor número posible de individuos y consolidar esa incorporación de la forma más rápida y duradera posible. Así lo hacen las sociedades que entendemos por avanzadas, aquellas en las que nos miramos cuando queremos compararnos con otros grupos.

No, no es el mercado ni la globalización la causa de que cada vez sea más difícil el acceso a un empleo, a una vivienda digna ó a un nivel de vida razonablemente satisfactorio. La razón por la que mucha gente está manifestándose indignada es tan sencilla cómo que el mencionado estado del bienestar comienza a dar signos de agotamiento y deja de cubrir con su manto a muchos que, hasta ahora, ni siquiera se preguntaban en que consistía ese sistema ni cómo había llegado a darles cobijo.

Y se agota por uso y abuso de sus recursos por los dos extremos de su correa de transmisión, esto es: por el estado y por la sociedad. Un estado que requiere cada vez de más recursos para proporcionar menos y peores servicios a sus ciudadanos, con tasas de eficiencia negativas en la gestión y aplicación de los mismos: por cada unidad de recursos empleados se proporciona menos de esa unidad en servicios, la mayor parte del esfuerzo se va en el sostenimiento del leviatán en que ha devenido la administración, convertida en mera agencia de colocación de los fieles a los partidos que la gestionan. Y por el otro lado una sociedad obesa, adicta a la asistencia y al pordioserismo, víctima del desempleo tecnológico,  derivado de los avances del conocimiento y sus aplicaciones y del escaso aprovechamiento de estos por muchos ciudadanos, adocenados y conformistas, encantados de haber invertido su bien más preciado, su libertad e independencia, en el perverso hedge fund de la democracia representativa, el que mayores y más recurrentes bonuses paga a sus managers.

Los indignados pueden clamar durante meses pero utopía no llegará. Por el contrario presenciarán el derrumbe cada vez más acelerado de lo que vaya quedando del estado asistencialista hasta que finalmente quede en un remedo de lo que regímenes cómo el de los Castro en Cuba ó el peronismo en Argentina proporcionan a sus ciudadanos. Y no hay que ser un profeta para predecir lo anterior, basta con  deducir los ingresos de los gastos para ver que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

En todo caso aciertan en su percepción de que el modelo político-económico actual no puede proporcionar soluciones. En efecto: un sistema fundamentado en el crecimiento perpetuo pocos problemas va a resolver en un planeta al que se le agotan sus recursos y en el que ¡éramos pocos y parió la abuela! cada vez son más los que demandan su pedazo de pastel en economías emergentes y sumergidas.

Así que de las pocas propuestas sensatas que emanan de ese nuevo depósito de la soberanía popular que parecen ser las acampadas urbanas me quedo con las más prácticas, a saber: modificación de la ley electoral que introduzca las listas abiertas y la circunscripción única de los electos, separación real de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y, por último, máxima penalización a los casos de corrupción y malversación de los recursos públicos.

Las demás (culpabilización de los mercados, criminalización de la actividad empresarial, colectivización de la propiedad privada y demás ocurrencias propias del siglo XIX)  son tan chirriantes que sólo me las puedo explicar si vienen cogidas de la mano que mece la cuna.

Con todo, coincido en que pretender que nuestra sociedad mejore yendo a votar bajo las actuales circunstancias es harto improbable por lo que mi opción es abstenerme.

lunes, 9 de mayo de 2011

negras tormentas agitan los aires...

Está claro que la muerte de OBL ha traído alegría a la oficina de re-elección de obama.

Subidón del US$ cómo efecto pánico a represalias del terror islamista (sea lo que sea esa entelequia) y, consecuentemente, caída de las commodities. En especial el petróleo y los metales preciosos.

La realidad es más lineal y no se inmuta con esos detalles: Caen los pedidos industriales en Alemania (la inflación china está poniendo difícil las cosas a la potente industria automovilística germana), sube el paro en USA y Trichet, contradiciéndose a sí mismo respecto de sus declaraciones de la anterior reunión del BCE, decide que los tipos se queden donde están pese a la presión inflacionista de la zona euro.

Hablar de crecimiento económico mundial a estas alturas de la crisis que comenzó en 2007 es un sarcasmo. Crecer, lo que se dice crecer, sólo le crecen los enanos a la economía, que es lo mismo que decir a los gobiernos pues ellos deciden a través de sus mecanismos de regulación y de intervención en que viene a consistir ésta.

De entre los enanos vigoréxicos que no paran de crecerle a los gobiernos, destaca por su enorme tamaño el deficit público. La diferencia entre lo que gastan y lo que ingresan quienes están a cargo de la asignación de recursos de nuestra sociedad. Estos "expertos" en lo social (esto es: lo que pagamos los demás) preocupados cómo están por el bienestar de las sociedades que pastorean no paran de gastar y para ello necesitan emitir cantidade mareantes de deuda pública que, sinceramente, cuesta creer que alguien la compre de forma voluntaria pues es impensable que pueda pagarse jamás a no ser que se la narcotice con un subidón de inflación que nos mande a las clases medias de regreso al campo, origen de casi todas las clases medias occidentales que fueron. Pero no a un retiro placentero, sino para volver a ararlo y sacarle fruto.

En fin, que parece que se aproximan ciclones en el asunto de la deuda soberana (en Grecia ya se lleva un tiempo hablando de quitas y esperas sin ningún recato) y en las consecuencias que ésta tendrá sobre los sufridos ciudadanos via inflación.

Un consejo a lo Manuel Luque: busque, compare y, si encuentra algo mejor que el oro: cómprelo.

jueves, 5 de mayo de 2011

penitenciagite!!

Todos hemos leído ó escuchado alguna vez esa afirmación, puede que infundada, que atribuye a los animales una sensibilidad especial capaz de prevenirles de la proximidad de un acontecimiento natural extraordinario (terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, etc.) que pueda representar una amenaza a su propia existencia.

Los seres humanos en tanto que especie animal, también deberían poseer esa facultad. No sólo desde su perspectiva biológica ó atávica, sino además por sus sofisticadísimas habilidades tecnológicas capaces ya no de pronosticar catástrofes, naturales ó de factura propia, más también de diseñar el mejor modo de enfrentarlas.

Pese a ello nuestra especie se  distingue del resto del mundo animal por, entre otras razones, ser la única que tropieza sistemáticamente en la misma piedra. Y es que cómo dicen en Altea: "D'on no n'hi ha, no mana".

El próximo 22 de Mayo los españoles están convocados a otras elecciones que, cómo las anteriores, no servirán más que para que unos vivos resuelvan cómo llenar el puchero a costa de la inmensa mayoría.

Ir a votar no es necesariamente una prueba de ciudadanía. Hay elecciones en sitios cómo Siria, Cuba, Argelia, Bielorusia, Moldavia, Ecuador, Argentina...en fin: en muchos sitios. Pero cómo decía, la celebración de elecciones no demuestra la existencia de una ciudadanía libre. Y es que la libertad es una cualidad que no viene concedida por instituciones ni ordenamientos. La libertad es un don del individuo que puede ejercerla ó, lo que entendemos cómo ejercicio de democracia representativa, delegarla. Si la delega se expone a no disfrutar de ella en toda su dimensión, a reducir el potencial de expansión física y metafísica que ese don otorga hasta los límites que otros determinen. Definitivamente, delegar la libertad es un asunto tan serio que parece bastante arriesgado reducirlo a un acto tan simple cómo depositar una papeleta en una urna sin garantías de que el contrato suscrito entre el elector y el elegido que tácitamente se recoge en los programas electorales vaya a ser cumplido ni siquiera en parte. Aquí la estafa y el engaño no tienen castigo. Al menos dentro del marco legal. Por eso no parece muy inteligente prestarse al juego. Por eso parece que debemos modificar nuestro modelo de contrato social, nuestra res publicae.

Esta situación no se reduce, por desgracia, a sociedades irresponsables, pueriles ó intelectualmente deficientes. Es un hecho al que hemos llegado precisamente a base de eso, de delegar en terceros nuestros asuntos más importantes: la educación de nuestros hijos, nuestra salud, el fruto de nuestro trabajo y hasta la posibilidad de provisionar nuestro futuro ante posibles contingencias. Prácticamente hemos delegado todo lo que realmente cuenta en nuestras vidas por un simple mecanismo de dejarse llevar.

Pues bien, al parecer,  puede decirse que quienes estaban a cargo de tan elevada misión han dilapidado todo cuanto se les confió dejándonos poco menos que a la intemperie.

El 22 de mayo en España y cualquier día que toque en cualquier otro sitio los ciudadanos libres y conscientes tienen más razones para quedarse en sus casas ó dedicar su tiempo a sí y a los suyos que acudir a las urnas a participar en la charada. No ir a votar sólo se puede interpretar cómo un acto de deslegitimación de lo que resulte. Y, consecuentemente, justifica cualquier acto de rebeldía posterior.